5.12.14

Teoría y práctica

Imagen de Discostu vía
Wikimedia Commons.
Lo que está pasando (y previsiblemente seguirá pasando) con los jefes de Podemos parece claramente representativo del divorcio entre el aula y la realidad que afecta a la universidad española y al país en general. Han creado un proyecto sobre bases teóricamente sólidas que en la práctica no está saliendo según lo planeado.

Durante muchos años, aunque ahora se presenten como si hubieran surgido por generación espontánea en enero de 2014, el grupo central de Podemos (Iglesias, Monedero, Errejón, la eminencia gris Luis Alegre y Carolina Bescansa) ha estado planeando, y de forma abierta, no a modo de conspiración, la toma del poder en España, como corresponde a todo partido político. En su caso buscando ser alternativa a la extrema izquierda perdedora habitual, ejemplificada ante todo por IU pero que incluye a varias docenas de otros partidos de diversos sabores marxistas y que ha demostrado contundentemente que tiene un techo electoral que no supera a los 2 millones de españoles.

La airada reaccción de esta izquierda siempre ha sido culpar a otros de su incapacidad de ganar el favor del electorado: el sistema D'Hondt, "el bipartidismo" (del que culpan a los partidos mayoritarios sin darse cuenta de que a quien están condenando es a los 20 millones de electores que lo eligen), un complot del capitalismo malvado o, directamente, la falta de conciencia política de las mayorías manipuladas por los medios de comunicación del sistema. Convencidos de que tienen la razón en sus análisis, diagnósticos y planteamientos de soluciones, el error tiene que estar fuera, los que se equivocan son los que votan, las elecciones están amañadas. Lo que sea menos "mis ideas no son compartidas por esa enorme masa de trabajadores, obreros, asalariados, amas de casa, lúmpenes y desempleados de quienes soy el mesías elegido".

La semilla de Podemos está allí, basta ver las numerosísimas intervenciones de varios de sus integrantes, pero fundamentalmente de Pablo Iglesias, en espacios "protegidos", es decir, con los suyos, principalmente ante públicos de Izquierda Anticapitalista. Una y otra vez les explica a los enjundiosos cuanto marginales militantes de ese partido que es guay lo de tirar cócteles molotov y darse de leches con la policía, presumiendo incluso que en su ingenua juventud se calificaba el compromiso de sus compañeros por cuántas veces se quedaban atrás pateando policías o recibiendo porrazos y bolas de goma... pero que eso, siendo legítimo, no los va a llevar al poder. Es cuando también dice, multicitadamente, que pide perdón por no golpear a los fachas con los que debate en la televisión de la derecha, explicando que ésa no es la estrategia adecuada para su objetivo: la toma del poder.

Así se fue construyendo el discurso de La Tuerka y del programa de la televisión oficial iraní Fort Apache y de la participación de estos personajes en los medios, basada en los estudios de actuación que cursó Pablo Iglesias: crear una estrategia de márketing que cambiara la imagen del viejo comunista furibundo por la de un joven razonable, amable pero firme, enérgico y serio, con su doctorado grabado a fuego en la frente para que todo mundo lo tenga presente, y con una pureza moral que permita todo tipo de imprecisiones ideológicas al lanzarse contra un enemigo multiusos construido para el discurso sin una definición precisa ("la casta") al que se puede culpar absolutamente de todo.

La república de Platón y El príncipe de Maquiavelo se encuentran con la teoría publicitaria y de márketing en el proyecto de Podemos y su alter ego, el Partido X. No afirman defender las ideas de la izquierda, no mencionan la lucha de clases, se presentan como un dechado de bondades que traerá la felicidad y la prosperidad sin dolor alguno. Como los detergentes hacen "un blanco más blanco", los refrescos nos dan "paz y solidaridad humana" y los automóviles nos vuelven jóvenes, guapos, rubios y 20 centímetros más altos. Todo su discurso está cuidadosamente dosificado para no verse, Iglesias dixit "como unos rojeras", y cambia estridentemente conforme cambia el público.

Como gente que vive en los bien definidos terrenos de la teoría, convencidos de que la aplicación de su marco teórico es la solución a todos los problemas de lo divino y de lo humano, y a quienes les aplauden por su capacidad teórica, les dan becas, les conceden cátedras y les publican libros donde arreglan el mundo desde el papel bond, para el grupo propietario de Podemos resulta sencillo asumir la teoría de la comunicación publicitaria como añadido a sus ideas políticas. Mire usted: si los medios manipulan para vender cualquier producto cuyas características no son nada claras para el público (¿quién sabe cómo limpian los detergentes y qué es un surfactante?), es lógico y razonable, y posible, usar a los medios para vender nuestro producto sin que se note mucho cuáles son sus características esenciales, de hecho dándonos el lujo de afirmar que nosotros pues sí, mire usted, somos de izquierdas, pero el partido que encabezamos no, resulta que somos ideológicamente incoherentes y defendemos como organización política cosas en las que no creemos individualmente, pero nuestra hipocresía no es un defecto, es una característica innovadora del producto.

La mercadotecnia nos lleva al poder y ya en el poder aplicamos las políticas en las que realmente creemos, y como son tan buenas en la teoría, la gente nos perdonará y de hecho nos dará las gracias por haberles abierto los ojos. Los profes de la universidad educando a todo un país, a toda una sociedad que hará un acto de contrición al darse cuenta de que podía haber conseguido la perfección de la utopía de Moro con sólo poner al frente a quien aplicara a rajatabla nuestras convicciones.

Pero , como decíamos al principio, el divorcio de la teoría con la práctica que mantiene ese mundo paralelo, esa dimensión de los académicos detrás del espejo en la universidad española, ha olvidado varias cosas.

Principalmente ha olvidado que si reclamas una sola característica esencial de tu producto, ésa es la que no puede fallar. Si tú te vendes como la opción a la horrible inmoralidad que denuncias incesantemente, no puedes cometer actos que parezcan siquiera inmorales. Si tú te vendes como la opción democrática (en tu entorno nació la consigna "le llaman democracia y no lo es", que no será precisa, pero cantada tiene gran fuerza) no puedes hacer chanchullos en las elecciones internas de tu partido. Si tú te vendes como la transparencia y la apertura, no puedes esconderte bajo la cama cuando caen relámpagos a tu alrededor.

Podemos no sabía, porque no lo vieron en la teoría, que no hay campaña publicitaria que pueda salvar a un producto malo. En la vida real, la manipulación de los medios imaginada por quienes viven en la academia no es tan perfecta ni tan absoluta. Han fracasado estrepitosamente productos lanzados con todo el dinero del mundo en sus campañas (como la "New Coke" que significó casi el desastre final para la Coca-Cola, a la que imaginan como una empresa todopoderosa a la que envidian e imitan). Las empresas que parecen dominar el mundo con su poder económico caen cuando sus productos quedan por debajo de las expectativas que crearon. Es decir, la realidad es más dinámica, más compleja y más imprecisa que la teoría. ¿Recuerda usted a Nokia? Fue la empresa dominante de los teléfonos móviles durante una década, poderosa, acaudalada, pero la anularon casi totalmente otras más innovadoras. ¿Y Atari? Pioneros de la informática que dominaban el mercado de modo agobiante. Sí, la publicidad puede hacer muchas cosas y cambiar percepciones y vender productos absurdos... pero tiene límites que no se conciben en el mundo conspiranoico según el cual el fracaso de la extrema izquierda se debe sobre todo a esos medios que manejan a los pobres ciudadanos como marionetas sin ningún espacio de decisión libre.

En la realidad, la gente puede decepcionarse de que los vendedores de moral tengan errores de bulto. Que sean de poca monta económica es anecdótico, y tratar de minimizarlos comparándolos con los grandes actos de corrupción no puede dejar de verse como un acto de cobardía. "No robarás, salvo poco dinero" no parece un imperativo moral, sino una coartada. La gente puede decepcionarse de los bandazos en las propuestas económicas, desfiguradas radicalmente para conseguir más clientes, a costa de que la base de clientes que ya tienen sienta traicionada su lealtad.

En la realidad, la política y el control de los electores que no están comprometidos con una ideología no es tan fácil. Predicarle al coro y ser el renovador en el mitin del partido afín es sencillo y muy gratificante, pero deja de funcionar cuando tienes un sector crítico al que no puedes hacer callar. Y, para remate, cuando el arco reflejo de los líderes de Podemos es clamar, como cuando perdían elecciones, que todo es producto de un complot, que los medios de comunicación están manipulando al público, que la gente es tonta, que la culpa es de otros y que los electores están equivocados al reclamarles sus actos, pueden estar socavando las bases que construyeron con su campaña previa. Reaccionar igual que lo peor de la política que pretenden sustituir no es precisamente algo que evoque confianza entre los electores, por más que aplauda el núcleo duro que les aplaudirá lo que sea, los incondicionales. La izquierda extrema, marxista ya sea electoralista o armada, ha vivido de los incondicionales, que han alimentado su creencia de que son lo mejor que le puede pasar a un pueblo aunque el pueblo no lo sepa. Con ese núcleo duro de incondicionales pueden volver fácilmente al techo de dos millones de votos, pero difícilmente van a lograr el birlibirloque ideológico que se han propuesto.

"En teoría, no hay diferencia entre la teoría y la práctica. En la práctica, sí la hay" es una frase que se le ha atribuido a muchos autores. En este caso parece aplicarse con toda precisión.